CADA VER ES… <Diálogo con la muerte>

Experiencia límite en el cine de terror.

Sigfrid Monleón

Un discurso límite sobre la muerte.

Juan Miguel Company

La representación de lo irrepresentable (la muerte)

Imanol Zumalde Arregui

Al margen de varias corrientes y diríamos que en tierra de nadie, se encuentra Ángel García del Val, realizador de Cada ver es… un experimento radical e insólito, y más en este pequeño desierto cinematográfico que es Valencia, de inconfundible aire Underground.

Todo el mundo menta a los muertos, pero pocos se atreven a mirar a su cara. La cultura moderna los ha tenido como punto de referencia de su filosofía, y los periódicos los exhiben como botín de primera página.

Sin embargo son tabú. Dan miedo. Y cuando García del Val pregunta a Espada si les tiene cariño, éste le dice que sí y aclara que los muertos se mueven. Ésta última afirmación inmoviliza a la sala, dejándola en un estado fiebroso de indefensión moral.

La cámara de Del Val y también de Montes, funciona aquí como un ojo impúdico que acaricia cadáveres como podría hacerlo con un recién nacido. En realidad los muertos son una excusa para pensar en lo que no tiene rostro. En la muerte. Y Espada, con su desbordante humanidad, es la inocencia en medio de tanto horror. Este hombre, que se muestra jubiloso con su soledad, <es un nombre bonito> afirmará entre seres tumefactos, es el ángel de la muerte.

Hay que decir que nos encontramos ante la película más importante e insólita del cine valenciano de ahora mismo.

Lo que podría quedarse en un reportaje de altura se convierte por obra y gracia de una obsesión, en una película de ficción y de horror y en un discurso filosófico, por cotidiano.

Ingredientes que a buen seguro pueden indigestar a muchos, pero que lanza al <voyeur> de la butaca a un océano de inquietudes y recelos. García del Val ha dicho que el tema salió por casualidad, porque no tenía dinero para rodar otra cosa. Él es un creador que no obtendrá subvenciones. Su cuento es demasiado horroroso. (Abelardo Muñoz)

<DUDAS Y MÁS DUDAS : ¿ES POSIBLE REPRESENTAR El TRAUMA?>

A comienzos de los ’80 aparece uno de los films que pasarán a formar parte del listado de películas malditas del cine español Cada ver es…(Ángel García del Val 1981). Esta historia sobre Juan Espada del Coso, encargado del cuidado y preparación de los cuerpos empleados por los estudiantes durante sus prácticas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, ha sido considerada: <la manifestación última de una cultura fundamentada en la memoria y (el) devenir implacable del tiempo, incapaz de asumir la vida como un eterno presente en el que también hubiese lugar para la experiencia de la muerte>. En el film parece argumentarse que la muerte, entendida como <la conclusión o cese de algo interior invisible>, también puede darse en vida: el protagonista se referirá constantemente a su soledad (en parte elegida, pero también producto de los prejuicios que despierta su profesión) y a la monotonía que rige su vida, justificada por el constante recuerdo (cuando no presencia) de la muerte. Desde ésta perspectiva el protagonista sería interpretado como el paradigma de toda una sociedad, propiciando una de las lecturas posteriores que se han hecho del film como el de <un homenaje a aquella España que se vió confinada por la insurrección fascista al gélido letargo de una muerte en vida>.

Sin embargo_ y remitiendo a ésa posibilidad enunciada por Josetxo Cerdán de considerar al film <una multitud de películas>_, nos permitimos introducir un matiz interpretativo que permite describir está historia como la puesta en evidencia de la imposibilidad de representar la muerte y el trauma sin mediaciones y, por tanto, como un cuestionamiento de la representación todo tiempo pretérito escabroso.

La representación alterada de la muerte en Cada ver es… Se corresponde con la imposibilidad que ésta alcance la visibilidad de un modo convencional por lo que de traumático tiene dicho suceso. Sí, por una parte, el testimonio del protagonista nos sitúa _en lo que dicho testimonio tiene de ordinario_ en la consideración de la experiencia como algo individual pero a la vez colectivo (sus recuerdos de infancia, su participación en la guerra que, en ese contexto, podría remitir a esa popular definición del recuerdo como fracción de vida congelada en el tiempo, en formol) es tan sólo para devolvernos a la contemplación de la excepcionalidad de una vida dedicada a la muerte, un espacio donde nos encontramos incapaces de entrar pero del que participamos a través del trauma. Pués <la fuerza destructiva que la historia impone a la psique humana>, concretada en la situación de la historia como <una repetición sinfín de la violencia precedente>, se materializa en la presencia corporeizada, constante y repetitiva _pero sobre todo fragmentada y mediada_ de la muerte en el film; y ello no sólo por medio de los cadáveres que aparecen en escena sino también del protagonista, que parece participar de dicho estado.

<Impresionante crónica sobre la vida y obra de Juan Espada del Coso encargado de la morgue del Hospital Clínico y hombre especialmente sabio>

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