«Rabindranath Tagore, que hermoso ser humano» (Jean Renoir)
“Soñemos un mundo donde los políticos hayan leído a Tagore“. (Antoine De Saint Exupéry)
«Y dame fuerzas, Dios mío, para no renegar nunca del pobre, ni doblar mi rodilla al poderoso» (Rabindranath Tagore)
¿Qué prodigio de alquimia espiritual transformó ése inmenso sufrimiento en compasión? (C.G. Jung)

Su obra literaria llenaría una biblioteca de más de 100 volúmenes. Fué llamado por Ghandi: «Gran centinela de la India» «Mi maestro» por Juan Ramón Jiménez «El poeta de todos» por Ortega y Gasset.
El fantasma de Tagore es blanco mercurial, el color que irradia el sol sobre los bosques esta fría y quieta mañana de abril.

– Usted arremetió contra ciertas tradiciones muy arraigadas en este país: la división de la sociedad en castas, el papel otorgado a la mujer, los cultos religiosos… Y sin embargo, cuando habla de su «proceso» espiritual, usa una terminología que remite a los textos sagrados. De hecho usted es considerado en la India un Rasa Shida.
–¿Cuál es su pregunta señor? Tradicionalmente se ha creído en la India, que existe un estado del ser, que implica una ausencia total de conflicto. Las escrituras hablan del hombre, que tras la comprensión del mecanismo del deseo y del sufrimiento, ha obtenido una percepción en Sivam (lo bueno) y en Sundaram (lo bello). También se habla del despertar a una inteligencia cuya esencia es compasión. En torno a esta creencia se han organizado más de 100 cultos diferentes, pero la India sigue desgarrada por los nacionalismos, la intolerancia y toda forma de explotación.
–Tras la muerte de su hija, usted se retira a Almora, en el Himalaya. Durante su viaje «enloquecido por el sufrimiento» pregunta a las gentes si han visto a su hija. Después escribirá sobre el dolor como <La semilla de la pasión>.
–Señor, en la India, como en el resto del mundo, hemos aceptado el sufrimiento como un estado habitual de la conciencia. Existe el dolor de la soledad, de los celos, de la frustración en todas sus formas y el dolor por la pérdida del otro. Todo ello es dolor personal. Y también existe la carga intemporal del dolor que ha soportado el hombre a lo largo de su evolución. En su intento de evadir el dolor, el pensamiento ha creado diversas vías de escape, pero solo existe una forma de enfrentarse al dolor; permanecer totalmente con él. Cuando usted rehuye enfrentarse al dolor, rehuye la comprensión de un hecho extraordinario.
-Se refiere, por supuesto, al dolor psicológico.
Psicologico, sí. Y estamos diciendo que el hombre nunca ha sabido entenderselas con él. Ha intentado racionalizarlo, evadirlo, sublimarlo, pero nunca ha podido verse libre de él. En la India han justificado el sufrimiento con la idea del Karma, el fruto de acciones que han podido tener lugar en otras vidas. Cristianos y musulmanes introducen recompensas más allá de la muerte. Con sus dogmas y rituales, las religiones sólo han conseguido embotar la mente y el corazón de los hombres. También hemos creído que las reformas sociales traería paz al mundo. Hemos ensayado el capitalismo, el comunismo, los socialismos y toda clase de dictadura. Pero la crisis del mundo actual no tiene precedentes en la historia y todo ser humano que no sea un cínico, se reconoce confuso y atemorizado.
–Pero usted hablaba de la grandeza del dolor.
Señor yo le pregunto: ¿Existe relación entre el dolor y el amor? Yo creo que esa relación existe cuando el dolor es asumido como un acto total.
–¿Cómo define usted el amor?
–Oh, nadie puede definir el amor. Pero cuando usted descarta en su interior la ambición, el racismo, los celos y la intolerancia, el amor existe. El tiene la cualidad de esa pequeña flor que, al borde del camino, se abre a la posibilidad de una muerte fortuita. Su perfume no discrimina a nadie.
–Con el tiempo usted escribirá que en Almora perteneció totalmente al dolor, así como, en la relación con su hija, había pertenecido al amor.
-Uno perteneció al dolor sin un solo movimiento de escape o resistencia. Y el dolor floreció a través de los nervios, de la mente, del corazón de Tagore, revelando toda su estructura, su inmenso caudal de energía. Con ello advino la reconciliación con la propia soledad interna. Señor, enfrentarse al dolor individual, es enfrentarse al dolor del mundo. Y uno debe hacerlo en soledad si no quiere depender de los que venden plegarias, barbitúricos o teorías psicoanalíticas. Acoger la propia soledad con piadosa comprensión es un acto de amor y el amor es la más alta forma de inteligencia.
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